30 de agosto de 2015

"Indignidad con cuentagotas", por Eduardo Mackenzie, 31 de agosto de 2015




Indignidad con cuentagotas

Por Eduardo Mackenzie
31 de agosto de 2015

Desagradable sorpresa me llevé al leer el editorial de La República del  29 de agosto sobre la tragedia de los colombianos violentamente expulsados de Venezuela por el tirano Nicolás Maduro. No hay allí un gramo de sentimiento patrio. No hay una sola gota de respeto por las víctimas de la soldadesca chavista. No hay el menor acento de respaldo hacia quienes se han movilizado con valentía para denunciar eso ante el mundo y para tratar de hacer sancionar esas brutalidades.
El editorial, por el contrario,  acusa al ex presidente Álvaro Uribe de “incendiar la frontera”, y de obrar tan irresponsablemente como el déspota Nicolás Maduro. Según el anónimo editorialista, protestar contra las expulsiones es “intervenir en los asuntos internos” de cada país. Es “perder el tiempo”.
Increíble.
El editorial se indigna contra los que piden una “solución por vía militar” a lo que ocurre en estos momentos en Táchira. ¿Pero quién en Colombia está pidiendo eso? Nadie, que yo sepa. El editorial hace trampa al fabricar de la nada un monigote para criticar actitudes que no existen en Colombia y para poder insultar a quienes alzan la voz dignamente contra la barbarie del régimen venezolano.  
Y hay, además, en ese editorial algo mucho más chocante: algo así como una hilacha de desprecio de clase, como una especie de racismo anti pobre, tan evidente como el edificio de Avianca, hacia los colombianos que fueron golpeados, humillados y expulsados de  Venezuela.
Desde su confortable oficina al norte de Bogotá, el editorialista se siente molesto por todo ese ruido que viene de la frontera. Vé probablemente como un ultraje el exitoso mitin del senador Álvaro Uribe, del partido Centro Democrático y de miles de bogotanos ante el consulado de Venezuela en la capital de Colombia.
El quisiera que nada de eso existiera. El editorial se lamenta: “Las disputas entre dos vecinos son tiempo perdido”. Entendamos bien el mensaje: habría que dejar a Maduro hacer lo  que quiera con los colombianos que viven en Venezuela y que cese esa agitación innecesaria en Bogotá y en el resto del país.  No tenemos  por qué meternos en eso. El maltrato que sufren los colombianos de la frontera no merece tanto barullo. Protestar por eso es “perder el tiempo”.
Ese editorial es de una pasmosa indignidad. Es una pieza disonante y gélida que rompe con el clima de ardor patriótico actual.
En el mejor tono santista, el editorial pide “solucionar de manera civilizada (las) diferencias y procurar no intervenir en los asuntos internos de cada (país)”. Magnifico. Es muy fácil decir eso. Otra cosa es olvidar quien es el agresor y quien el agredido, y relegar el punto de que Maduro es un bárbaro con garrote, un energúmeno en el poder y al servicio de la subversión cubana. 
El editorial pretende que con gente de esa calaña, con el señor Nicolás Maduro, que desata una masiva crisis humanitaria en la frontera para proteger el cartel de los Soles, se puede llegar a “solucionar de manera civilizada las diferencias”. Que el lector escoja: ¿Cordura o complicidad?
Ese texto muestra que el legado intelectual y político del ex presidente Mariano Ospina Pérez y de Doña Berta Hernández de Ospina está refundido, o flota, o se esconde en algún desván o en un rincón de las instalaciones de ese matutino, que fue, sin embargo, uno de los mejores bastiones conservadores del país. El temple de un  jefe de Estado como Ospina Pérez, pleno de patriotismo, coraje y audacia, como lo demostró al oponerse y vencer la sangrienta asonada comunista del 9 de abril de 1948, se ha ido, esperemos que provisionalmente, de esa casa editorial.
------------------------------------------------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario